En un mundo cada vez más competitivo y cambiante, las habilidades cognitivas llamadas funciones ejecutivas, se ha convertido en un factor determinante para alcanzar el éxito personal, académico y profesional. Estas habilidades compuestas por la inhibición cognitiva y conductual, memoria de trabajo y flexibilidad cognitiva, son las herramientas con las que nuestro cerebro genera estrategias para enfrentar desafíos cotidianos y a largo plazo.
La Dra. Mariela B. Caputo, experta en neuropsicología educativa, nos invita a repensar la educación desde la base, desarrollando estas funciones en niños y jóvenes a través de experiencias significativas y entornos estimulantes.
¿Qué son las funciones ejecutivas y por qué importan?
Las funciones ejecutivas son procesos mentales superiores que nos permiten tomar decisiones reflexivas, planificar con anticipación, mantener el enfoque y adaptarnos a lo inesperado. No nacemos con ellas, pero sí con el potencial de desarrollarlas. Según Diamond (2019), este desarrollo se extiende desde la infancia hasta la adultez temprana y está altamente influenciado por el entorno social y educativo.
Actividades como juegos de estrategia, rutinas estructuradas, proyectos escolares colaborativos o el simple hecho de leer en voz alta con un adulto de confianza, son formas de estimular funciones ejecutivas del cerebro desde temprana edad.
Impacto en la vida diaria
La estimulación temprana de estas habilidades impacta positivamente en aspectos claves como:
Toma de decisiones: mayor capacidad para evaluar riesgos y elegir con conciencia.
Autorregulación emocional: control del estrés, mejor manejo de frustraciones y conflictos.
Planificación: mayor productividad, foco en objetivos y mejor organización.
Adaptación: manejo frente a imprevistos y apertura a nuevas ideas.
En el plano profesional, estas habilidades marcan la diferencia entre un colaborador promedio y un líder estratégico. En lo personal, permiten establecer relaciones saludables y metas sostenibles.
Educación y entorno: claves del desarrollo
Como lo señala la Dra. Caputo, no se necesita tecnología de punta para formar cerebros más preparados, sino experiencias educativas reales y motivadoras. Espacios seguros, adultos atentos y un enfoque pedagógico centrado en el «por qué» y el «para quién» del aprendizaje son los verdaderos catalizadores del cambio.
Además, estrategias como el aprendizaje basado en proyectos (ABP) fortalecen la capacidad de resolver problemas, trabajar en equipo y crear conocimiento aplicado, desarrollando simultáneamente funciones ejecutivas clave.
Conclusión
Invertir en el desarrollo de estas funciones no solo mejora el rendimiento académico o laboral. Es una apuesta por una sociedad más consciente, resiliente y saludable. Al estimular funciones ejecutivas, estamos sembrando la semilla del bienestar y del éxito sostenible, desde los primeros años de vida hasta la adultez.
Para conocer nuestra evaluación de funciones ejecutivas para niños de entre kínder y sexto básico accede a Yellow Red
Para conocer recursos educativos basados en neurociencia y estimulación cognitiva, visita nedutec.org.